He doblado el cabo de medio siglo de existencia.
Un respiro.
Una inmersion en uno de esos lugares donde los restaurantes y los comercios no tienen puertas.
No cierran nunca.
En el corazon del
Cairo Islamico.
Entre la milenaria
Al-Azar y la renovada
Al-Houssein. Un lugar sagrado donde la vida no se detiene. El tiempo no tiene pausas y parece eterno.
Mi desayuno a mediodia. Envuelto en los sofisticados cantos de los viernes. Es como flamenco dice mi amigo Orestes. O como cantos gregorianos?. Delicioso, milenario, profundo. Arte del mas puro.
Despues un murmullo. Los minaretes callan y los miles y miles de fieles deshacen las ordenadas filas y se calzan para irse.
Un pequeno grupo de jovenes bellisim@s se aglutinan en la plaza. Aparecen las pancartas con grandes letras verdes y naranja. Estoy sorprendido. El tradicional verde islamico ha encontrado su perfecto complemento naranja. El lider grita: No hay mas Alah que Alah. Mohamed es el enviado de Alah. El coro responde. Predominan las voces femeninas. Jovenes guapisimas. Una se desvanece. La arrastran al otro lado del cordon policial que poco a poco ha rodeado a los revolucionarios.
Varias companias de antidisturbios han tomado discretamente la zona.
Los miles de fieles desfilan tranquilamente sin dar ninguna importancia a los revoltosos.
La escena dura y dura. La energia de los manifestantes no decae. Los intentos de desplazarse son pacificamente impedidos por un circulo de policias cogidos de llas manos. En algunos momentos me parece que a los policias les gusta el espectaculo.
Finalmente desaparecen por los estrechos callejones de Khan el Khalili. Los manifestantes delante y la policia detras. Alli dentro no podran juntarse con los otros grupos que se manifiestan en los cientos de mezquitas del Cairo.
Tragados por la gigantesca urbe no reapareceran hasta el viernes proximo.
Por toda la inmensa ciudad el color naranja va apareciendo en los escaparates.